Fotografía de Meredith Kohut
A la altura del 2012, las autoridades colombianas se felicitaban por un dato que hubiera sido fuente de preocupación para muchos otros países: Perú había desplazado a Colombia como el país con mayor área de cultivos de hoja de coca en el mundo, según datos de Naciones Unidas. Ya no eran los primeros, sino los segundos. Pero la alegría duró poco.
La estrategia de Colombia para la reducción de la oferta de drogas parecía estar dando sus frutos. La combinación de programas de erradicación de cultivos ilícitos —desde la aspersión aérea de herbicidas a la erradicación manual forzosa— y programas de desarrollo alternativo —que se iniciaron allá por 1985— se había traducido en una caída sistemática de la superficie cultivada dedicada a la coca, que llegó a sus niveles mínimos en 2012 y 2013, con reducciones de hasta el 25 por ciento por año.
Esa tendencia, sin embargo, se ha invertido en los últimos tiempos.
Y una de las razones del repunte hay que buscarla en las negociaciones de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC.
Pero vayamos primero a los números.
El último informe de la Junta de Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) señalaba un aumento récord de la superficie dedicada al cultivo de coca en Colombia. En 2014, la superficie total dedicada al cultivo de arbusto de coca era de 69.000 hectáreas. En 2015, las plantaciones de coca ocupaban ya 96.000 hectáreas.
La cifra representa un aumento interanual del 39%. Y si nos fijamos en datos del 2013, el incremento es aún mayor: en apenas dos años, Colombia vio como se doblaba la superficie dedicada al cultivo ilícito de coca.
La tendencia desde entonces sigue siendo ascendente. De hecho, en 2016 Colombia cultivaba más coca que Perú y Bolivia juntos, según datos de la UNDOC, la oficina de la ONU contra la droga y el delito. Colombia también es el primer productor mundial de cocaína.
El último informe de la Junta de Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) señalaba un aumento récord de la superficie dedicada al cultivo de coca en Colombia. En 2016, Colombia cultivó más coca que Perú y Bolivia juntos
Detrás de ese desarrollo hay una motivación evidente: la rentabilidad del cultivo. Frente al cultivo de cacao, palma de aceite, plátano o coco, que se cosechan anualmente (como mucho), la hoja de coca se puede cosechar hasta cuatro veces al año. Con la coca los ingresos se multiplican por cuatro.
Como explica el periodista Aitor Sáez tras su paso por la región de Tupamaco —la región que más cultivo de coca acumula—, un pequeño agricultor con un par de hectáreas de terreno puede cosechar hasta 12 kilos de hojas cada vez y venderlas por dos millones de pesos el kilo. Al año puede ganar unos unos 40 millones de pesos (poco más de 12.000 euros), una cantidad inalcanzable con otros cultivos menos lucrativos.
Para muchos en Tupamaco, el cultivo ilegal es la única opción. Sin vías comerciales para poder dar salida a otros productos y sin apenas oportunidades laborales, la coca se convierte en la única alternativa. "Estamos dispuestos a sustituir los cultivos siempre que haya un compromiso real", le contaba uno de los cultivadores de Tupamaco a Saez. "Pero el gobierno solo viene aquí en helicóptero para dañarnos las plantas, dispararnos y acusarnos de guerrilleros".
Frente al cultivo de cacao, plátano o coco, que se cosechan anualmente, la hoja de coca se puede cosechar hasta cuatro veces al año. Con la coca los ingresos se multiplican por cuatro
Hasta hace no mucho, el dinero que las FARC pagaba a los campesinos dedicados a cultivar coca superaba con creces las ganancias que se obtienen por la cosecha de productos lícitos. La guerrilla, incluso daba apoyo financiero a los productores.
Con la firma del acuerdo de paz, el contexto ha cambiado: la guerrilla sale de escena, pero siguen ahí otros grupos ligados al narcotráfico, como las llamadas Bacrim, bandas criminales integradas por exparamilitares que ven en esta región un punto estratégico para controlar las rutas de la droga hacia Centroamérica, Estados Unidos y Europa.
Las expectativas generadas en torno al proceso de paz podrían haber incentivado la plantación de coca en tanto los agricultores tendrían ahora mayores esperanzas de beneficiarse de posibles programas de desarrollo alternativo
El último informe de la JIFE también aludía a un posible cálculo estratégico entre los cultivadores de coca: " Las expectativas generadas en torno a las negociaciones del proceso de paz podrían haber contribuido a que los agricultores tuvieran mayores esperanzas de beneficiarse de los posibles programas de desarrollo alternativo y podrían haber motivado un auge de los cultivos ilícitos".
Eso, sumado a la cesación en 2015 de los programas de erradicación mediante la aspersión de glifosato explicaría por qué el cultivo de arbusto de coca vuelve a crecer con fuerza en Colombia. A pesar de la paz.