Sólo por joder, Carranza se encaja con los de abajo. Hostiga al gremio sindical, recorta personal, reduce salarios, suprime plazas, los ignora, les promete, los vuelve a ignorar y así, atropellando derechos que impactan en el bolsillo, en la mesa, en el hogar. Por eso le bloquearon los accesos a la ciudad.
Sacado del fango de Pemex, Víctor Manuel Carranza llegó a la alcaldía a sumir en el olvido a Coatzacoalcos, año y medio en parálisis total, ni una obra digna, el caos desde que sale el sol hasta el ocaso y los malosos en el paraíso: narcomenudistas, secuestradores, falsificadores de actas de cabildo, policías implicados en violación, en la nómina oficial.
Un fiasco el ahijado de Rocío Nahle, la secretaria sin energía de López Obrador.
Al gremio sindical, sus empleados, Carranza los echa con falacias, los lanza al desempleo esgrimiendo austeridad, los persigue y les va arrancando prestaciones laborales y beneficios de ley.
Infla, en cambio, la nómina con adeptos y adictos, los que se casaron con la causa de Morena y ahora cobran salarios de lujo y los que viven en el vicio del que no pueden escapar.
Carranza es así: rapaz.
Torea al Sindicato Único de Empleados Municipales desde el primer día. Y le conculca derechos al personal de base, trabajadores con 20 y 30 años, eventuales y los que cubren vacaciones y suplencias, los que no ganan ni en sueños lo que el alcalde, la sindica y los regidores, y el dúo dinámico, los Pintos, y el séquito de pránganas egresados del partido color ladrillo, Morena.
Su última treta fue negar el pago del quinquenio, beneficio que perciben los trabajadores en porcentajes respecto al salario con incrementos por cada cinco años de antigüedad.
Eso y desconocer acuerdos ante el Tribunal Estatal de Conciliación y Arbitraje, provocó la radicalización del SUEM que bloqueó los accesos a Coatzacoalcos por cinco horas.
Juntos —Carranza, su madrina Rocío Nahle y la escoria de Morena— siguen haciendo historia.
Van 19 meses y el alcalde es la misma piedra. No anda ni hace andar al municipio. Año y siete meses en sus manos y Coatzacoalcos sólo ve derroche, el presupuesto agotado por la deuda heredada por los gobiernos priistas, adeudos con la Comisión Federal de Electricidad y créditos bancarios con altos intereses cada mes. Y el resto se lo lleva la nómina municipal.
Al sindicato lo sacudió con una reingeniería administrativa tramposa. Ante una nómina obesa, se quedaban los empleados de confianza con altos salarios y se iría una buena parte de los trabajadores sindicalizados, los de a pie. Así de burdo y de cruel.
Primero golpeó reteniendo salarios. Llegada la quincena, los empleados acudían a los cajeros bancarios y la consulta arrojaba ceros.
Luego comenzó a mentir. Ofrecía regularizar pagos y terminó corriendo al personal. Al final, aplicó otro recorte, provocando una reacción inédita: lo empleados protestaron frente al palacio municipal y de ahí se trasladaron a la Catedral de San José urgiendo un exorcismo al edil.
Demandado por diversas violaciones al contrato colectivo de trabajo y el despido injustificado de más de una treintena de empleados, Víctor Carranza respondía con palabras huecas, maniobras tipo Pemex donde solía negarle a los petroleros ropa de trabajo.
Su asesor jurídico, Laureano Malpica Alemán, con salario estratosférico —prestigiado despacho pero sin título ni cédula profesional—, juega al compromiso de saliva, la solución que nunca llega y la reversa a la hora de cumplir.
Así toreó al Sindicato Único de Empleados Municipales y a su líder, Gersaín Hidalgo Cruz. Ofrecía respetar los derechos laborales y cumplir con el contrato colectivo de trabajo, conjurando la huelga que el 1 de julio debía estallar. Y volvió a mentir.
Al anochecer del 30 de junio, un audio circulaba en redes sociales alertando del bloqueo a los accesos a Coatzacoalcos. Advertía la tensa relación entre el alcalde y el SUEM, el incumplimiento, la palabra burlada. Y fijaba para las 5 de la mañana del lunes 1 de julio el sitio a la ciudad.
Quiso Carranza exculparse y maquillar el conflicto. Invocó el estado de derecho que suele atropellar, desdeñando a jueces, llamando “tribunal de quinta” al Tribunal Estatal de Justicia Administrativa, desacatando sentencias, suponiendo que su madrina, Rocío Nahle, responsable del caos político, social y de seguridad que se vive en Coatzacoalcos, lo podría salvar.
Le respondió Gersaín Hidalgo. Lo llamó “mentiroso”, el que le roba al pueblo, violador de las condiciones de trabajo, que carece de palabra, con asesores jurídicos que lo llevan al filo del abismo y lo lanzan desde ahí.
Horas después, a eso de las 5 de la mañana, trabajadores del ayuntamiento de Coatzacoalcos bloquearon los accesos a la ciudad. Miles de obreros no pudieron trasladarse a la zona industrial. Estudiantes que viven en poblaciones vecinas llegaban hasta el punto de bloqueo, caminaban y abordaban transporte para llegar a sus colegios. El movimiento laboral y económico se entorpeció.
Irritados, los empleados responsabilizaban a Carranza Rosaldo del caos. Reprochaban las tretas, la constante agresión al trabajador, el despido injustificado, la reducción de salarios mientras los integrantes del cabildo y la casta de funcionarios inútiles recibían aumento en su sueldo.
Campeaban insultos, mentadas, increpando al alcalde, exhibiendo su lado ciego, y sordo, y torpe.
Cinco horas después, el bloqueo cesó. Se trasladaron a las oficinas de Tesorería, Dirección de Obras Públicas y palacio municipal. Y ahí se apostaron.
Y volvió la andanada. Vio Carranza el repudio en redes sociales, de nuevo la mentada, la sentencia de que tarde o temprano se tendrá que ir. Ya desplaza a Iván Hillman, del Clan de la Succión, como el peor alcalde de Coatzacoalcos en su historia.
Luego vendrían las baladronadas. Víctor Carranza, el santurrón, invocando la ley que gusta violar, el amago y la amenaza por el bloqueo, las denuncias en curso por la toma de las vías de acceso, el uso de camiones y maquinaria apostados en los puntos de conflicto.
Pillastre vil, ha de olvidar el alcalde que los bloqueos, la toma de carreteras, el cerco a pozos petroleros, el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con las corporaciones policíacas hasta sentir la macana y el tolete sobre el cuerpo y la sangre sobre escurriendo por la cabeza, fueron la táctica de Andrés Manuel López Obrador en sus días de activista, agitando a los pueblos, levantando a sus huestes contra las instituciones y mandándolas a volar.
Lo del Dios peje, en 2006, fue demencial. No fueron cinco horas de bloqueo. Fueron 47 días apoderado del Paseo de la Reforma y el Centro Histórico, campamentos en la vía pública, sobre 5 de Mayo, Madero, el zócalo donde al final se autoproclamaría “presidente legítimo”.
Eso sí fue violación a la ley.
Abusivo del poder, Carranza se mofa de los tribunales sentenciando que su palabra vale más, y al ver la revuelta implora que la ley se aplique al SUEM, que el Servicio de Administración Tributaria indague en cuentas bancarias del líder y de la organización sindical.
Habría que indagar también los pecados del presidente municipal, el destino de los mil 600 millones de presupuesto anual que se esfuman en sus manos, sin obra pública decente, favoreciendo a los contratistas del Clan de la Succión, los Fosado, o los incondicionales del compadre de Rocío Nahle, el empresario Arturo Quintanilla Hayek, o esclareciendo dónde fueron a parar los 100 millones recuperados de lo que Javier Duarte le robó a Coatzacoalcos con la sumisión cómplice del ex alcalde Joaquín Caballero, al que por cierto, Carranza no quiso denunciar.
Franco canalla, Carranza llegó de Pemex con fama de truhán. Y salió de ahí manchado e hinchado. Así haya librado la inhabilitación por el sobreprecio del 100 por ciento en los tubos vendidos por ATOS Tecnología, su historial registra la investigación.
Socialmente condenable, el bloqueo de Gersaín Hidalgo y el SUEM fue un exceso. Políticamente, el bloqueo es el recurso contra los sátrapas en el poder. Y Carranza es un sátrapa.
Nunca antes Coatzacoalcos fue objeto de un sitio así. Y se da por las constantes violaciones del alcalde a la ley, su proclividad a desconocer acuerdos, el recorte de personal, el robo de las quincenas, el atropello al contrato laboral, los quinquenios que no quiere pagar.
Carranza es como Juan Vargas, el alcalde de La Ley de Herodes, y Coatzacoalcos es San Pedro de los Saguaros.
Extraído de un basurero, apenas llega al poder se siente la ley. Muestra su rostro real.
Lo suyo es joder. Y que se lo joden a él.
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