Desde las cosquillas hasta el duelo: Los animales también tienen sentimientos

Hace años, los humanos creíamos que no éramos animales y que los animales estaban aquí solo con fines utilitarios. De hecho, una vaca era vista solo como una hamburguesa caminante o un trozo de carne a la parrilla que se estaba manteniendo fresco y sabroso para cuando tuviéramos hambre.

Por suerte para ellos, las cosas han progresado desde entonces y ahora reconocemos que los animales pueden experimentar emociones, desde las simples como la felicidad y la tristeza hasta las complejas, como la empatía, los celos y el duelo. La sensibilidad animal se define como la habilidad de sentir, percibir y experimentar subjetivamente. En otras palabras, se trata de tener sentimientos y emociones y entender que “tú eres tú”.

La evidencia científica de que los animales son seres sintientes es vasta; tan clara que tres científicos leyeron 2.500 estudios sobre los sentimientos en animales no humanos y concluyeron con toda confianza que el sentimiento de hecho existe.

 

Si alguien ha visto Blue Planet II, por ejemplo, habrá visto el registro de una ballena piloto llevando a su cría muerta. Para la mayoría de los humanos, esto demuestra claramente una forma de duelo, particularmente cuando el comportamiento cambia dentro del grupo familiar más extendido.

 

 

La evidencia de la capacidad de sentir

 

Hay estudios que han mostrado que las ovejas son capaces de reconocer las caras de sus amigas ovejas incluso después de haber sido separadas por dos años. Los elefantes forman grupos familiares fuertes con excelentes memorias y lloran cuando están heridos (física o emocionalmente). Los monos capuchinos saben cuando están recibiendo una recompensa no equitativa y los macacos desarrollan culturas individuales, particularmente cuando se trata de la forma correcta de lavar una papa.

A los chimpancés les gusta mantener la paz redistribuyendo los plátanos si alguien se queja de que su parte no es justa e incluso se ha demostrado que las ratas tienen empatía, al renunciar a su tentempié favorito para salvar a un amigo que se ahoga. También se ríen cuando les hacen cosquillas.

Los peces usan herramientas y los pulpos sopesan si el esfuerzo vale para ganarse una comida como recompensa, dependiendo de la comida que sea. También hay mucha evidencia de que los animales tienen personalidades individuales; incluso se ha observado algunos caracteres optimistas y otros pesimistas.

 

Pero el poder decir que los animales tienen sentimientos no solo viene de observar sus comportamientos. Cuando examinamos los cerebros de las especies (de hecho, de individuos de estas especies), podemos establecer paralelos a partir de lo que sabemos de los cerebros humanos y empezar a hacer suposiciones.

Las emociones vienen principalmente de una parte de nuestro cerebro llamada “sistema límbico”. Nuestro sistema límbico es relativamente grande: los humanos somos una especie muy emotiva. Por lo tanto cuando nos encontramos con un cerebro que tiene un sistema límbico más pequeño que el nuestro, asumimos que este siente menos emociones. Pero, y aquí está el gran pero, cuando un sistema límbico es comparativamente mucho más grande que el nuestro, no asumimos que tiene más emociones que nosotros. Lo más probable es que sea porque no podemos imaginar algo que no sentimos o que ni siquiera conocemos.

El acto de matar

 

En algunos mamíferos marinos, el sistema límbico tiene cuatro veces el tamaño del nuestro. Además, algunos mamíferos marinos tienen células en huso, que antes pensábamos que solo estaban presentes en los humanos, permitiéndonos tomar decisiones rápidas en situaciones sociales complejas. ¿Se podría decir que estas evolucionan si no se usan para lo mismo o para propósitos similares?

Una razón posible por la cual no nos gusta hablar mucho de la emotividad animal, es que nos gusta matar animales. Algunos para comérnoslos y algunos simplemente porque no nos gustan. también solemos hacer caso omiso de la crueldad sistemática a gran escala, por comprar carne que en el mercado masivo es más barata que una producida sin los mismos niveles de crueldad. Es mucho más fácil fingir que estos animales no tienen sentimientos o emociones, de manera que podamos disfrutar una cena barata sin el sentimiento de culpa filtrándose en nuestra conciencia.

 

Entonces, ¿la conciencia animal es gran cosa? Sí lo es. Debemos asegurarnos de incluirla en todas partes para salvaguardar el bienestar de todos los animales, no solo de nuestras mascotas. Vivimos en un mundo en el que poner a un gato en un basurero es una inmensa vergüenza pública, sin embargo no lo pensamos dos veces antes de acercarnos a la tienda de comida rápida y comer la carne de un animal que ha vivido la vida más horrible. Realmente es hora de que pasemos más tiempo pensando en los seres con conciencia que nos rodean.

Por Emily Birch, investigadora en interacción entre humanos y animales de la Universidad de Nottingham Trent, UK, para The Conversation. Traducción libre de El Ciudadano.

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