La verdadera historia de Caperucita esconde canibalismo, zoofilia y otras oscuridades

 

Los cuentos infantiles nunca son tan luminosos como pensamos, de hecho, la de 'Caperucita roja' siempre fue una aventura de sangre y violación

1. Así huele la ropa interior quemada

Te quitas la ropa porque así te lo ha pedido.

"Quémala en la chimenea", dice, y tú lo echas todo al fuego, excepto tu pequeña caperuza roja, porque sabes que más allá de este hogar caliente, la nieve mata.

"Quémala toda porque está muy sucia", repite la voz quebrada.

En la chimenea, las llamas se comen poco a poco los bordes de tus leotardos gruesos, de tu jersey blanco, de las pequeñas bragas rosadas que tu abuela tejió con cariño, y que ahora exige que destruyas.

"¿Abuelita? ¿Estás bien?", preguntas.

Pero tú misma sabes que su respuesta será oscura. Que su respuesta dará miedo. Que el aliento hacia el que caminas desnuda sólo te traerá desgracia, y aun así, a ti te gusta.

 

2. Cultura de la violación

Esa sensación de peligro es, precisamente, la que recorrería nuestro cuerpo si fuéramos la protagonista del cuento de Caperucita. Pero no la de sus versiones dulces e infantiles. Ni tampoco la que nuestras maestras nos contaban en el cole, o la que los cuentos coloridos de la infancia dibujaban con un final siempre feliz.

 

 

Al contrario que la niñas que en nuestra imaginación visten de rojo y llevan cestas llenas de pasteles, la Caperucita real tuvo que enfrentarse a una serie de depravadas desdichas, escritas por primera vez por el también depravado Charles Perrault.

Este conocido cuentista francés del siglo XIV fue el encargado de dar forma a algunas de las historias de terror que se contaban oralmente de generación en generación. Historias mágicas que en su mayoría guardaban los miedos de una época, y que dejaban ver ciertas lecciones o moralejas para aquella sociedad.

Caperucita tenía un mensaje muy claro entonces. La inocencia que mostraba aquella niña pretendía ser un reflejo de la inocencia de todas esas muchachas que a menudo se dejaban engañar por “algunos lobos”. Por algunos hombres feroces que podrían estar acechándolas si estas se portaban mal y salían de casa despreocupadas.

La lección de Perrault estaba dirigida hacia las jóvenes, y su Caperucita Roja sólo era una advertencia fácilmente resumible: cuidado, niñas, os violarán y será culpa vuestra.

3. La venganza de la lolita

En 2005 se estrenó Hard Candy de David Slade, una película en la que la actriz Ellen Page viste una capucha roja y se relame los labios cual brillante nínfula. De hecho, aunque Hard Candy guarde muchas similitudes con una historia como Lolita de Vladimir Nabokov, lo cierto es que sólo es una versión de Caperucita roja.

En la película, sin embargo, todos los rasgos de la inocencia desaparecen en seguida, pasando a convertirse esta en una especie de venganza al hombre perverso, de vuelta de tuerca a la moraleja de Perrault. Aquí es la adolescente la que tortura y culpa al hombre que intenta aprovecharse de ella, y de esta manera destruye un mito que durante siglos había convertido a las niñas en carne fresca y en sangre tonta.

¿Pero por qué debería Caperucita vengarse de su lobo?

Porque en la historia original ningún leñador vino a salvarla —ese personaje llegaría más tarde, en la versión light de los Hermanos Grimm—.

Porque en la historia original el lobo no sólo la embaucaba sino que la invitaba a su cama, con el encendido deseo de follársela.

Porque en la historia original Caperucita se comió por error la carne muerta de su abuela.

Porque en la historia original nadie tenía piedad con ella.

Y encima la trataban como a una tonta.

Y además moría devorada.

¿Quién no querría revertir ese horror?

 

4. El cuchillo feminista de Caperucita

Realmente, la de David Slade no es la única versión de Caperucita que ha intentado cambiar el destino de la niña —puede que además éste sea el cuento más reescrito de la historia—. Mucho antes de Hard Candy, en 1979, la escritora Angela Carter había publicado La cámara sangrienta (Sexto Piso) una colección de relatos basada en los textos más célebres de Charles Perrault y otros cuentistas oscuros.

Ya en los 70, el propósito de Carter fue el de dignificar a los personajes femeninos que históricamente habían sido maltratados en la ficción . Dotarles de nuevos ideales feministas, de una nueva visión de la sexualidad, o de una nueva libertad.

De este modo, su Caperucita ya no era sólo una niña tontita y tierna, sino una adolescente con un cuchillo muy afilado en su guardado cesta, con el que incluso llegaría a cortar una pata ese patético lobo burlón que pretendía acosarla.

 

5. Para comerte mejor

Niña de mil cuentos. Heroína anime. Modelo de perfumes —y también de lencería—. Disfraz deseado entre las colegialas. Icono erótico.

Caperucita Roja ha sido todas esas cosas y más desde que su mito empezara a contarse entre los secretos de otros siglos. Puede que además Caperucita nunca viviera de verdad, y sin embargo en la historia de la literatura, del arte y de la humanidad han existido demasiadas chicas como ella.

Incluso si su memoria surgió entre canibalismo, zoofilia, pederastia y hasta travestismo —¿un lobo vestido en camisón de mujer?—, su imagen es tierna y deseada:

“¿Abrazas mi cuerpo peludo?”, te dice entonces esa sombra que tú sabes que no es tu abuela.

“¿Te puedo atar las muñecas?”, insiste con un suave aullido.

“¿Me dejas que olisquee tu ombligo?”, se te acerca, te aprieta.

“Pero qué dientes tan grandes tienes, abuela”, rechistas, aunque ya sea el final.

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