Muere el autor de la peor patada de los mundiales!!!

Seamos honestos: aquel partido cuyo resultado encantó a medio mundo ¿habría sido posible sin este juego duro?

 
   
 

Camerún está a punto de dar una sorpresa descomunal: ganarle a los campeones del mundo, Argentina, el primer partido de Italia'90. Es el minuto 88 y el equipo africano aguanta como puede las últimas embestidas de los sudamericanos.

Claudio Caniggia -la única chispa de calidad junto a Jorge Burruchaga que había en una Argentina gregaria de Maradona- recupera el balón casi en su área e inicia un contragolpe furioso: cuando uno ve por primera vez el eslalon de más de 50 metros sabe que solo puede acabar en gol o con el delantero rodando por el suelo. Fue lo último.

Es una jugada de las que ya no se ven: el Pájaro Caniggia sortea primero a Emmanuel Kundé con un salto de vallas impecable, pero después llega Victor Ndip, quien sí que ya toca carne. La coleta rubia más famosa del fútbol sigue corriendo a duras penas, trastabillado, con la cabeza a la altura de la cintura, hasta que un tren de mercancías se lo lleva por delante.

 

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Era Benjamin Massing, que acaba de morir a los 55 años en su ciudad natal, Edéa.

La entrada es tan dura que incluso él mismo ha perdido una bota. El Checho Batista llega y se la pisa. Medio calzándose, con los argentinos protestando algo que no hacía ni falta, el árbitro no le saca ni la segunda amarilla -ya tenía una desde el minuto 9 por entrar a Maradona-: roja y a la calle.

 

Está considerada la peor entrada de la historia de los mundiales.

Es tan icónica y generacional que alguien hace unos años la recreó en stop motion usando figuritas de Lego.

 

Y sin embargo, esconde su pequeña dosis de debate. Hoy vemos la jugada como una agresión condenable -que lo es- pero no deja de ser una muestra más del juego agresivo -duro por momentos- que tuvo que desplegar Camerún contra selecciones organizadas con muchos más medios para llegar lejos en Italia'90. Tanto como a cuartos de finalY medio planeta se alegró por ello.

 

 

Quizá la memoria selectiva nos habla de la épica simpática de los Leones indomables, de Roger Milla bailando con un banderín de córner tras liársela a Higuita, de un partido de esos de no pestañear contra Inglaterra en Nápoles.

 

En aquel partido, Camerún ganaba 2-1 a falta de 7 minutos. Y justo Massing le hizo un penalty innecesario a Lineker. 2-2. Prórroga. Otro penalty, también con Massing de por medio. Gol y Camerún, la selección de casi todos, fuera.

 

No hubiera sido posible seguramente sin frenar bruscamente a grandes estrellas como Caniggia, aunque fuera de manera aparatosa y, por qué no, bajo la mirada condescendiente, colonial, de un Occidente que veía en estos africanos la sangre caliente y rudeza de las que ya intentaba librarse el fútbol moderno para todos los públicos.

Una selección, al fin y al cabo, cuyos jugadores no merecían ni un cromo Panini propio.

 

 

 

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