En 2010, Luke Brett, un joven australiano que acababa de perder su trabajo, descubrió que, por un error, su cuenta en el Banco St George había pasado a tener un crédito ilimitado.
Según sus propias palabras, empezó a gastar y no paró hasta que un día tenía a un montón de gente cabreada llamando a la puerta de su casa.
La cuenta de Brett estaba vacía, sin embargo, cuando las facturas llegaban, el banco se iba haciendo cargo de ellas, a crédito.
Después de 12 meses viendo como sus facturas se pagaban por arte de magia, Luke decidió intentar algo más. Así le explicó recientemente su historia a la BBC.
"Llamé a una compañía local de préstamos y dije 'Ey, ¿podéis cargarme directamente a débito 5.000 dólares a mi cuenta de St George?'. Y luego, un par de días después, pedí 50.000$. Aceptaron las dos".
Después de eso se compró un Alfa Romeo. Luego, un Hyundai Veloster. En poco tiempo, cayó un Maserati.
"Era una locura. Era un chaval joven y tonto de 22 años, no estaba pensando con claridad. Acababa de recuperarme de un accidente y estaba sin trabajo por primera vez desde los 14 años. Había roto con mi novia del instituto después de cuatro años juntos y quería empezar de nuevo en otro lugar".
Brett voló a Gold Coast, Australia, para pasar un fin de semana de vacaciones. Pero le gustó y decidió quedarse allí a pegarse la vida padre.
"Era una pasada. Me lo pasé bien, eso seguro. Simplemente hacía lo que haría cualquier tío de esa edad con un montonazo de pasta: pasármelo bien y estar de fiesta. Iba a clubs de estriptis y me gastaba cientos de miles de dólares en chicas, alcohol, cocaína y lo que fuese".
Luke también se compró un barco.
Una baqueta firmada por Amy Winehouse, un billete de 10£ de Banksy.
Una camiseta de Michael Jordan y mil cosas más.
"Siempre que solicitaba más dinero al banco no estaba particularmente seguro que de fuesen a hacerlo, pero lo hacían".
Al principio su madre pensaba que estaba traficando con drogas, luego se dio cuenta de que los tiros no iban por ahí, y decidió no preguntar. Y como ella, todos los demás.
"La gente de mi alrededor pronto aprendió a no hacer preguntas. Tenía un negocio, una tienda. Los medios decían que mi habitación era como la cueva de los tesoros de Aladino, pero muchas de esas cosas las vendía en mi tienda. Hasta cierto punto, había una idea de negocio detrás de lo que estaba haciendo".
Pero, como era de esperar, este chollo tenía que acabar tarde o temprano. Y, como era lógico, tenía que acabar mal. En 2012 la policía llegó a su casa, confiscó todas su pertenencias y lo arrestó. Un par de años después fue condenado culpable de obtener ventajas financieras con engaño y fue sentenciado a una pena de cuatro años y medio.
"Fue horrible. Estás lejos de tu familia, encerrado en una celda 17 horas al día. La comida es bastante chunga y te tienes que relacionar con peña bastante turbia. De alguna forma, tuve la bendición de no haber cometido el tipo de crimen por el que el resto de presos se te ponen en contra. Pasé seis meses allí y fue sin duda la época más dura de mi vida".
Hace unas semanas Brett fue absuelto. Según la ley vigente en Australia en aquel momento, él no tenía obligación de informar al banco sobre lo que estaba sucediendo.
"El juez dijo que fui deshonesto, pero que no vivimos en una sociedad en la que los errores morales acaben con gente siendo encerrada y privada de su libertad".
En las redes sociales muchos jóvenes han expresado que, de tener la oportunidad, harían lo mismo que hizo Luke, pero él tiene claro que no volvería a caer en el mismo error.
"Si me diesen la oportunidad, no lo haría de nuevo. Fue devastador para mi vida y para mi familia. Por un par de meses de strippers y cocaína, no vale la pena".
Ahora estudia derecho en la universidad para convertirse en abogado criminal en un par de años.
"Mis seis meses entre rejas me dieron una perspectiva única sobre la cárcel. Un montón de gente allí necesita ayuda, no ser encerrados. Mi idea es esencialmente asistir a estas personas y tratar de conseguir más fondos para la rehabilitación de drogas, terapia psicológica y educación como contraposición a más dinero para construir más cárceles".