¿Qué es esa bella luz verdosa que se ha podido ver en el cielo?

Se llaman airglows, un fenómeno que colorea el firmamento de todo el planeta y no solo las regiones polares.

 

Lejos de las grandes urbes británicas, en algún lugar no invadido por las luces artificiales, se podía observar estas últimas semanas un resplandor verde esmeralda en el cielo. Algunos astrónomos aficionados apreciaron ese color hipnótico en medio de la oscuridad. ¿Auroras boreales en Inglaterra? ¿Se han fugado esas maravillas de las regiones polares? No exactamente.

Ese brillo verde que impregnaba el cielo se parece mucho a las auroras pero en realidad se trataba de un fenómeno conocido como airglow, una luminiscencia atmosférica.

Aunque nuestros ojos nos pueden engañar a simple vista, la causa por la que se encienden esos resplandores difiere de la que da lugar a las auroras boreales porque son partículas cargadas eléctricamente —y no gases como en las auroras— las que emiten la luz. Además estos resplandores no están confinados en elevadas latitudes sino que colorean el firmamento de todo el planeta.

 

 

 

 

Existen tres clases de resplandores atmosféricos dependiendo del momento del día y suceden frecuentemente. Los tres tienen que ver con reacciones de la luz del Sol con las moléculas de nuestra atmósfera.

Los resplandores diurnos se originan porque las moléculas de la atmósfera se 'tragan' la luz, lo que les da un subidón de energía que traducen en otras emisiones de luz. Pero no las podemos ver porque son mucho más débiles que la luz solar y ésta las oculta. El crepuscular se forma de la misma forma pero, al estar ya en oscuridad, sí que podemos observarlo.

 

 

Y por último están los nocturnos, los que divisaron los cazadores de brillos en el cielo. Estos resplandores son distintos de los otros dos porque no hay ningún tipo de luz solar en ese momento. Su chispa se produce cuando se vuelven a formar las moléculas que ha separado el Sol por el día y el fenómeno se conoce con el nombre de quimioluminiscencia.

Sí, durante el día, tanta energía dada a las moléculas de la atmósfera por la luz ultravioleta del Sol hace que los átomos que las componen se exciten mucho y se marchen cada uno por un lado. Los átomos guardan ese extra de energía en su interior. Sin embargo, a la noche, al entrar los átomos en reposo y volverse a juntar entre sí, liberan finalmente la energía almacenada generando esos destellos hermosos de luz. Rojo, amarillo o verde.

Si la contaminación lumínica no apagara las luces naturales que encienden el cielo, más gente hubiera podido apreciar cómo nuestro cielo se teñía de verde esmeralda.

 

 

[Vía El PaísThe Conversation]

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