Reseña. Aquaman El bodrio plagiador que todos amaro

Aquaman es una película horrible que todos parecen adorar… aquí les decimos por qué pensamos que es un verdadero bodrio.

 

No me voy a ganar la simpatía de nadie con esta reseña. Tengo suficiente experiencia en este asunto para saber que la gente ama cuando hablas bien de una película que les gustó y odia cuando hablas mal de una película que amaron. He preguntado por ahí y a mucha gente le gustó Aquaman. Fanáticos, críticos, espectadores casuales: cuando salí del cine todos se veían muy felices. Y yo me estaba muriendo de vergüenza.

Me desagradó tanto esta película que pensé, seriamente, en abandonar completamente el cine de superhéroes. No es choro: en un momento me dije que ya no podría ver otro de estos bodrios, que ya no podía con las decepciones, que he visto demasiadas de estas películas.

Me encanta ver a mis héroes en pantalla… pero la liga se estira a veces demasiado. Esto ya no me emociona. Al menos, en esta cinta no bastó el gusto geek para emocionarme: reconocer los easter-eggs no pasa de una sonrisa cómplice, reconocer una trama del material original ya no me hace sentir parte de lo que veo, el relleno cada vez me es más molesto, la solemnidad fingida y el humor aún más fingido. Tal vez estoy cansado de tanto cine de superhéroes, tal vez, esta película sólo es una basura.

 

(Warner)

 

En todo caso, mi opinión aquí no es -anticipando comentarios- porque me paga Disney, porque amo a Marvel y odio a DC, porque me da miedo Jason Momoa o porque no entiendo las manos gigantes de Nicole Kidman. Ésta es una opinión personal sobre una de las películas que más he sufrido ver en el año. Y este año vi Dark CrimesRampage, la segunda de Pacific Rim y la tercera de Cloverfield.

Aquaman no es tan mala como estas cintas y entiendo, ugh, como puede ser entretenida. Pero tengo que tratar de desentrañar las raíces de mi desencanto para, al menos, argumentarles la ridícula clasificación que aquí pongo. Espero que, antes de querer lincharme, tengan la paciencia de leerme.

 

(Warner)

 

El origen y el argumento

Aquaman es un personaje viejísimo. En el mundo de los cómics, aunque parezca impresionante después de tanta carrilla, Aquaman es esencial. Por él se materializaron los sueños de la Edad Dorada, las paranoias de la Edad Plateada y la madurez contemporánea de autores como Peter David y Geoff Johns. Eso quiere decir que, desde que nació en 1941, Aquaman ha destruido submarinos nazis, ha tenido, al menos, tres historias de origen distintas, ha sobrevivido la Crisis en las Tierras Infinitas, ha muerto y ha resucitado (los noventas y dosmiles fueron confusos).

Ante tal bagaje (y un relativo desconocimiento del personaje) era un reto hacer una cinta de origen que fuera apelativa para un público joven. De entrada, la nueva película del DCEU tenía que sortear las bromas con las que muchos de nosotros crecimos: Aquaman siempre fue imaginado (sobre todo por la serie animada de los setenta y ochenta) como el eslabón más débil e inútil de la Liga de la Justicia. La multitud de bromas y gifs bastan para comprobar eso.

Lo que hizo James Wan (y ahora regresaremos a este infame personaje) fue tomar la historia de origen en la que Arthur Curry es hijo de Atlanna de Atlantis y Tom Curry, un sencillo y muy humano cuidador de faro. De ahí, la cosa se torna totalmente hacia el renacer de Aquaman en New 52 (de donde se saca todo el meollo de la cinta): Orm, su medio hermano, es hijo de Atlanna (y no de Tom Curry) y gobierna la Atlántida mientras su hermano anda paseando por el mundo.

El asunto está así: Atlanna huye de Atlantis porque la quieren obligar a un matrimonio que le repugna. Traiciona así a su patria y acaba siendo exiliada. En una tórrida tormenta, la rescata Tom Curry pensando que es una hermosa naufraga, tienen un lindo bebé que se convertirá en Jason Momoa y viven muy felices. Hasta que las huestes de la Atlántida los encuentran y Atlanna decide regresar voluntariamente para sufrir su castigo y salvar a la familia que tanto ama.

Décadas más tarde (y un año después de los acontecimientos en Justice League), Aquaman se dedica a torcer piratas. En una de sus expediciones por los mares del mundo, se encuentra con el pirata David Kane y su padre. Por azares de la batalla, el papá Kane muere y el hijo jura venganza. Desde ahí pueden ver cómo forzaron a un antagonista con calzador (cosa que también ha sucedido en películas anteriores del DCEU cof cof cof Doomsday). Porque la verdadera amenaza al mundo no está en el pirata resentido, sino en el medio hermano de Arthur Curry, el ambicioso Orm (Patrick Wilson) que quiere convertirse en Ocean Master para reinar sobre todos los pueblos submarinos.

Con ese poder incontestable, planea ascender a la superficie y mostrarle al mundo la superioridad tecnológica de la civilización escondida. Arthur Curry deberá asumir su rol como heredero al trono y enfrentarse al hermano más incómodo para unir en armonía a la tierra firme con la vida submarina.

 

(Warner)

 

El campechaneo bueno

En el fondo de la cinta, hay una mezcolanza interesante: la de los orígenes del personaje con una visión nueva. Lo que más disfruté de Aquaman fue, justamente, eso: que James Wan utilizara diferentes orígenes para rendir homenaje al personaje.

De entrada vemos a Aquaman enfrentándose a un submarino, un detalle que recuerda a un momento típico del personaje, durante la Segunda Guerra Mundial, en donde los rusos todavía eran aliados culturales de Estados Unidos y los alemanes aterraban con sus poderosos submarinos. Después tenemos a dos grandes enemigos del heredero de la Atlántida en una misma cinta: el gran Ocean Master (según la versión más contemporánea en la que no es humano) y a Black Mantha (según una versión de pirata ultra tecnológico que toma mucho del primer Orm). Finalmente, tenemos a grandes personajes que aparecen renovados (como Mera o el gran Atlan o Vulko) y una maravillosa aparición del traje típico, amarillo/naranja (dorado) con verde de Aquaman.

En esta representación del personaje, vemos los mechones guëros que tanto lo caracterizaron en las primeras encarnaciones del personaje, el traje típico y, también, la representación más reciente de Peter David que corresponde a un Aquaman con el pelo crecido y la barba protuberante; un Aquaman muchísimo más intimidante, cercano a viejos gladiadores y a una imagen más fuerte del Poseidon griego o el Neptuno Romano.

 

(Warner)

 

Todos estos detalles son encantadores. Y se mezclan con eficiencia a través de una ambición visual totalmente demente. No es que sea particularmente original la idea de la flotación submarina en las peleas o los animales que montan bajo el agua o las locuras neón de las ciudades en el lecho marino, pero al menos se nota que James Wan tiró la casa por la ventana para dar el máximo espectáculo posible. Al punto, claro, de terminar la cinta en una batalla submarina a gran escala con Aquaman montando un Kaiju. Bastante bello.

Sin embargo, todos estos puntos a favor de la cinta no bastan para cubrir las deficiencias de su otro campechaneo: el de las formas narrativas robadas de otras cintas. Porque, a pesar de la originalidad del personaje, de no tener nada que perder con DC, Wan decidió fusilarse todo lo que pudo para armar un licuado en la trama de la película. Y todo el estilo visual del mundo no puede suplir la absoluta falta de integridad de esta película-pastiche.

 

(Warner)

 

El campechaneo absurdo

Si, en el argumento de Aquaman, encuentran trozos de otras películas es porque, en efecto, los hay. Esta cinta se siente como una mezcla de Ant-Man and the Wasp con Black Panther, un poco de la cacofonía visual neón de Thor: Ragnarok, algunas tomas robadas de Harry Potter y The Fifth Element, una pizca de Nathan Drake y La Momia noventera.

Con esta recopilación de influencias quiero decir que la película es un campechaneo de muchísimas cosas anteriores que son mejores… o que viven bien en el pasado. Y no creo que exista la originalidad, ni que sea un valor inalienable (sobre todo si hablamos de los muy normados marcos narrativos del cine de superhéroes), como tampoco creo que todos estos elementos hayan salido puramente de otras cintas en vez del imaginario de los cómics. Lo que sí tengo por seguro es que James Wan, más que un director es un sampleador.

El modelo de James Wan es el siguiente: crea una película inteligente, original o interesante (SawThe ConjuringInsidious) y, si tiene éxito, exprime la franquicia hasta el ridículo (y con ridículo me refiero a niveles de patética cruzada cristiana como The Nun). Por mí está perfecto que este hombrecillo ande produciendo miles de porquerías sobrevaloradas al año… pero también creo que hay que darle su justa medida.

 

(Warner)

 

En la desesperación por salvar al DCEU, Warner y DC buscaron a un profesional en hacer machotes de diferentes cosas para crear contenido altamente redituable, que la crítica generalmente acepta y que el público devora con rapacidad. Y acertaron: James Wan logró su cometido al robarse, de Ant-Man 2, el humor, la idea de un universo escondido y de una mamá guerrera perdida (vean el traje de Kidman y el de Pfeiffer); de Black Pantherla mitad del argumento, la batalla entre hermanos y la idea de una sociedad escondida con pistas de superioridades raciales (más allá del argumento de Geoff); De Power Rangers lo ridículo de sus villanos; de Uncharted los pequeños puzzles de dudosa complejidad y, de The Mummy, la estética aventurera del desierto; de Thor: Ragnarok el atrevimiento de una estética neón insolente y de Pacific Rim el diseño de un Kaiju que, también, toma mucho del Smaug de Tolkien en su forma de hablar (con una sorpresiva Julie Andrews detrás del doblaje).

Estos son algunos de los detalles que parecen más evidentes entre lo que se tomó James Wan de otras partes. Y todavía podríamos rascar más hondo y desenterrar una enorme cantidad de pequeños hurtos e influencias. Pero, en serio, ese trabajo tan ocioso, se lo dejo a quien quiera sufrir otra vez las estrategias plagiadoras de Wan. Yo, por mi parte, me dedicaré ahora a comentar los horrores particulares de esta cinta. Porque, si el robo está feo, lo propio es peor.

 

(Warner)

 

El resto

Aquaman es una cinta de origen y se debe comprender como tal. Pero hay momentos de explicación de personajes que son simplemente terribles. Paremos un momento para apreciar, por ejemplo, cómo se crea Black Manta como villano. Desde el principio de la cinta, cuando está en el submarino con el padre y, en medio de un robo bajo el mar a un vehículo militar ruso se ponen a platicar sobre su herencia, uno ya sabe por dónde vendrá la pedrada. Digo, no se puede tener un momento entrañable entre padre e hijo en medio de un heist en altamar sin que signifique algo, ¿no? ¿O de qué iba la pistola de ese señor Chejov?

Después, cuando falla en un intento patético de venganza y las huestes de Orm le dan nuevos juguetes, Black Manta se hace un nuevo traje, y a James Wan no se le ocurre una mejor manera de justificar es creación ridícula más que con un montaje. Un maldito montaje, como si fueran todavía los ochenta. Y el resultado es terrible.

Por donde sea que la vean, la pelea en un estereotípico pueblo italiano en Sicilia es terriblemente ridícula. Black Manta es caricaturesco al nivel de poder presentarle su currículum a Rita Repulsa. En el otro extremo, por más que me parezca acertado y fascinante que Wan haya querido recrear los trajes típicos de Ocean Master, la actuación solemne de Patrick Wilson contrasta fuertemente con toda la ridiculez de los otros villanos y de los momentos “jocosos” de la cinta.

 

(Warner)

 

El contraste del tono patético de la solemnidad de los villanos y los chistoretes que tratan de meter, sin originalidad ni éxito, acaban por desbalancear toda la cinta hacia la diversión hueca. ¿Por qué debería importarme este argumento? ¿Por qué debería sentir que hay algo en riesgo si todo es un chiste malo?

Hay algo que se debe aprender en el balance emocional de las cintas de superhéroes: por más que sea chistoso ver a Peter Quill siendo un idiota, siempre hay una contraparte emocional a su personaje; por más que sea chistoso ver la irresponsabilidad de Scott Lang, hay una contraparte muy seria en el apego que tiene por su hija; por más que sea chistoso ver a Wonder Woman regañando a Steve Trevor o siendo inadecuada en el mundo moderno, hay una pesada tragedia de inmortalidad; por más que sea chistoso ver a Hulk en Ragnarok, hay algo terrible en pensar que Banner lleva años prisionero dentro del monstruo verde… Pero, en Aquaman, no hay contraparte seria, no hay nada que nos haga sentir que subieron las apuestas, no hay riesgos para el personaje. Es por eso que el romance con Mera es tan insustancial como la relación con su madre, con su padre y -en menor medidad- con Vulko.

El único momento en donde es genuinamente interesante lo que se pone en juego es en la bajada hacia la trinchera (ese lugar creado en la encarnación de Geoff Johns que también tiene mucho que ver con el resultado final de la cinta). Y, bueno, ese espectáculo visual fue también inspirado por otras cosas (como The Abyss y Godzilla), mientras que la discusión con Karathen (interpretado por la gran Julie Andrews) es una calca de Smaug y otros grandes dragones refinados con dejos de Lovecraft. Ahí, incluso, en donde la cinta se siente más consistente hay algo falso en su construcción, algo que me hace necesariamente pensar en otra cosa y que me distrae del peligro que quiere acordarle a su trama.

 

(Warner)

 

Por otra parte, en lo emocional, Nicole Kidman nunca logra ser convincente con sus vestuarios mal fabricados (y francamente horrendos), Amber Heard no tiene ninguna química con Momoa y el Vulko de Willem Dafoe -que es, de lejos, el personaje más interesante- vive más en el flashback que en el presente. Dolph Lundgren apenas puede hablar y el padre de Aquaman sólo aparece de relleno cursi o de alivio cómico.

Esto nada más lo escribo para explicar qué es lo que me hizo sentir tanto desapego hacia la cinta. Pero, en realidad, todos los pecados de James Wan son nimios comparados con la absoluta basura que es la música (score y soundtrack). Hay un lugar especial en el infierno para quien aprobó esta música. En serio.

Rupert Gregson-Williams tiene excelentes scores, como el de Wonder Woman que, para lo tipificados y vacíos que son los scores de películas de superhéroes, es particularmente bueno. Pero también es el responsable de barbaridades como The Lone Ranger y Paul Blart: Mall Cop 2. En todo caso, aquí trató de pautar con la música cada reacción que, espontáneamente, debería tener todo espectador. Música de comedia para los momentos de intercambios de chistes, música ominosa para los momentos de suspenso, música épica para los grandes enfrentamientos… Todas y cada una de estas piezas son, además, esterotípicas hasta el tuétano; todo es absolutamente predecible, burdo y barato.

 

(Warrner)

 

Y ya cuando sientes que no puedes más con la horrenda música de esta película, para señalar que el héroe llega a África (porque no sabemos cuántos subnormales están viendo la película y piensan que el Sahara está en la Antártida), hay un sampleo de “África” de Toto en una canción de Pitbull. No estoy mintiendo “África” de Toto sampleada por Pitbull.

En ese momento, había tenido tantos ataques de pena ajena que me costaba trabajo seguir prestando atención a la cinta. Y sí, para muchos esto puede ser divertido, palomero y una interpretación interesante del personaje. Para mí fue algo horrendo que iba aumentando mi desapego como espectador con cada segundo que pasaba.

Sufrí muchísimo esta película y, lo siento por mi amargura, pero este bodrio de robos mezclados, de otras cintas campechaneadas, de todo lo que puede servir para esconder un proyecto mediocre y mediocremente realizado, es tan artificial como sus disfraces. A mí no me divirtió esta película, no me la pasé bien viéndola, no disfruté las palomitas, no me sentí identificado, no me hizo feliz la ñoñería, no me recordó mi infancia. Todo lo que sentí al ver esta cinta fue un inmenso e inevitable hartazgo.

A quien no le importa, no le importa… pero James Wan no lo puede evitar, en todas partes se ven las costuras de lo que hace. Y lo que queda atrás cuando sabes cómo construyó su cinta, lo que queda cuando se cae la diversión pasajera y el esplendor visual (que no durará 10 años) es pura paja. Paja que ya vimos, en otras partes; paja que ya nos recetaron; paja en la que ya no tenemos que caer por más que nos fascinen las cintas de superhéroes y que todavía tengamos hambre por un género gastado.

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