El 007 de nuestra generación no se encuentra en Daniel Craig, sino en este cómic

James Bond

“James Bond es un instrumento contundente de Inglaterra. El despiadado y rencoroso bastardo de un imperio marchito que todavía quiere que el mundo haga lo que a él le salga de los cojones”.

Así de tajante sonaba Warren Ellis cuando definía al agente 007 durante la pasada década. Después de esto nadie diría que, apenas unos años después, conseguiría adaptarlo a nuestros tiempos.

Ellis acaba de terminar su etapa al mando de Bond, durante la que ha conseguido reinventarlo huyendo de todo lo que le convertía en un icono caduco del siglo XX. Aunque el héroe de acción haya sido reconvertido hasta la saciedad por el cine, su raíz en las novelas era muy distinta al icono en que acabó convirtiéndose. Ahora, el autor ha conseguido plasmar su esencia original en dos historias apasionantes: VARGR Eidolon.

Los descendientes de Ian Fleming, el padre del mito de Bond, llegaron a finales de 2015 a un acuerdo con la editorial Dynamite para estrenar un nuevo cómic junto a la película SpectreAunque la labor de Daniel Craig como 007 estaba siendo soberbia —y nos ha hecho olvidar alguna de las filias del personaje—, era evidente que se había alejado del espíritu de las novelas.

Fleming había imaginado a un “hombre normal” de su tiempo, al cual sus duras circunstancias le convirtieron en un espía de armas tomar, con mucho peor carácter que inteligencia. Pero Hollywood le convirtió en todo lo contrario. El nuevo James Bond era un superhéroe machista, elegante y con tantos recursos que acababa asemejándose más al Inspector Gadget que a un espía del MI6.

Ya lo decía Ellis en el discurso anterior. Bond era un símbolo extinto, un “arma ambulante al servicio de un imperio en vías de desaparición. Alguien más bien amoral que no cree mucho en lo que hace y simplemente ejecuta órdenes y disfruta de las recompensas. La pesadilla de un psicólogo. Un icono cultural que apela a una fantasía de poder británica”.

 

Por eso, cuando le dieron la oportunidad de dar su propia versión sobre el icono, no se lo pensó un instante. Tenía la dura tarea de adaptar el personaje a nuestros días sin perder su esencia original. Y lo ha conseguido con un agente al que todos identificamos como 007, pero al que se hace imposible admirar.

En esta ocasión, se presenta como un hombre frío y cínico al que básicamente respetan por su efectividad en el trabajo. Es un asesino despiadado y lo sabe. No lo intenta camuflar con una forzada humanidad su condición servil. Sabe que es una máquina al servicio del gobierno del Reino Unido y no le importa en absoluto.

Además, su caracterización nada tiene que ver con la del actor británico Timothy Dalton. Es elegante y guapo, sí. Pero también suda —y hasta aparece oliendo su propio olor corporal en un momento icónico— y se lesiona. Su cicatriz en la mejilla, concepto que ya maquinó Fleming en su día, esclarece que no es el Batman empotrador que se nos ha vendido durante décadas.

La etapa de Ellis se caracteriza por su cruda violencia. En las películas nos quedamos indiferentes ante el sufrimiento de las víctimas, ya que no se suele plasmar con detalle. Pero en VARGR vemos cabezas molidas a tiros, entrañas saliéndose del cuerpo de los villanos y grandes escenas de acción en las que la sangre es la protagonista.

Toda la sutileza de los filmes de 007 se ven sustituidos por una radicalidad virulenta que encaja mucho mejor con el concepto original del personaje.

No es un genio ni un sabio, sino un guerrero con grandes instintos de supervivencia.

Donde más se observa la firma de Ellis es en la crítica política que integra en todas sus obras.

En esta ocasión, el MI6 no es una institución ejemplar a la que envidia toda Europa. Más bien, se presenta como una empresa con grandes problemas para salir adelante. De hecho, el primer conflicto que aparece son las presiones que recibe M, el director de la organización, para que elimine el proyecto 00. El MI6 sufre una fuerte crisis interna, tanto por sus problemas de organización como por su dificultad para seguir manteniendo el anonimato.

No es solo que el autor busque eliminar de 007 el homenaje al poder británico, sino que lo critica a más no poder. El Londres del nuevo James Bond no es el lugar paradisíaco y opulento de sus filmes, sino un lugar suburbial que recuerda mucho más a las crónicas de Jack el destripador.

Incluso se llega a retratar la polémica del Brexit y la soberbia inglesa en múltiples ocasiones. En una conversación de Bond con agentes alemanes, estos describen al Reino Unido como "un islote que funciona como un campo de concentración". Sin duda, una descripción que se adapta mucho mejor a la visión que el resto de Europa ha comenzado a tener sobre el país en este último año.

Mención especial para las Chicas Bond: todas las mujeres que aparecen en el cómic parecen más peligrosas que el propio 007, desde la secretaria que siempre suele tener algún arma entre sus manos hasta el primer interés amoroso del agente.

El personaje no es menos machista de lo que viene siendo habitual, pero las mujeres de su alrededor se toman sus artimañas como estrategias cavernícolas y vomitivas de intentar echar un polvo. 

En definitiva, el James Bond de Warren Ellis es tanto un homenaje como una crítica para el personaje. Ha sabido resucitar el espíritu de un icono de los 50 adaptándolo en un mundo que ha evolucionado mucho más que él.

Ya nadie quiere ser James Bond, pero sus historias nunca pasarán de moda.

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