El gesto político que podría costarle la vida al atleta Feyisa Lilesa

Tras más de 2 horas corriendo por las calles de Río, recorriendo cada uno de los 42 kilómetros del maratón olímpico, el etíope Feyisa Lilesa alcanzó la meta al mismo tiempo que cruzaba los brazos sobre su cabeza.

A simple vista, podría parecer que el corredor celebraba de esta forma haberse hecho con la medalla de plata, pero su rostro serio no expresaba ni una pizca de felicidad.

Sus brazos alzados, tampoco.

El gesto, lejos de ser una representación del éxito, era un símbolo de valor.

Con los brazos cruzados sobre su cabeza Lilesa representaba el símbolo usado por los oromo para protestar contra la masacre que el gobierno etíope está llevando a cabo contra su pueblo.

"El Gobierno etíope está matando a mi gente, así que yo estoy con todas las protestas en cualquier lugar porque Oromo es mi tribu", confesó el corredor en la posterior rueda de prensa con los periodistas, dejando claro su mensaje desafiante.

 

 

Con los brazos cruzados sobre su cabeza Lilesa representaba el símbolo usado por los oromo para protestar contra la masacre que el gobierno etíope está llevando a cabo contra su pueblo

 

 

 

 

En tan solo unos segundos, el atleta pasaba de ser un héroe nacional a un enemigo del gobierno que corre un grave peligro si intenta volver a Etiopía.Él mismo es consciente de que está en la cuerda floja y asegura que se está planteando mudarse a otro lugar.

" Si regreso a Etiopía es posible que me maten. Si no me matan me encarcelarán. No lo he decidido todavía pero puede ser que me mude a otro país", declaró Lilesa después de relatar que sus familiares están en la cárcel.

 

"Si regreso a Etiopía es posible que me maten. Si no me matan me encarcelarán"

 

La represión etíope a los Oromo

Las protestas de los oromo comenzaron en noviembre del año pasado cuando el gobierno etíope comenzó a limpiar un campo forestal y de fútbol para ampliar en 20 veces los límites municipales de la capital Addis Abeba.

La ampliación planificada se realizaría a costa de las tierras de los oromo, el grupo étnico más grande del país. Por supuesto, el proyecto jamás fue consultado con el pueblo pese a que la expansión engullería sus campos y dejaría sin sustento a los habitantes.

En cuanto el Gobierno dio el primer paso del plan en la región de Oromia, las protestas de los estudiantes en Ginchi provocaron una ola de manifestaciones en toda la región. La respuesta de la policía fue brutal.

Las fuerzas del orden comenzaron a disparar indiscriminadamente contra la multitud de manifestantes. Al menos 500 personas, entre ellas estudiantes y agricultores, han sido asesinadas y miles de personas encarceladas arbitrariamente en un régimen de torturas, según denuncia Human Rights Watch. Muchos de los asesinados o detenidos no superaban los 18 años.

 

Desde que hace un año comenzaran las protestas, al menos 500 personas han sido asesinadas y miles encarceladas arbitrariamente y torturadas por las fuerzas del orden.

 

El régimen etíope, aprovechando que en 2011 designara al Frente de Liberación de Oromo como grupo terrorista, acusa a los oromos detenidos sin pruebas de pertenecer a la organización. De este modo justifica los malos tratos en prisión.

Pero las protestas de los oromo no solo tienen que ver con el proyecto de ampliación de la capital. Durante años la comunidad ha sufrido numerosas ofensas y los propios oromos denuncia que se sienten políticamente, económicamente y culturalmente marginados por los sucesivos gobiernos de Etiopía.

La reivindicación olímpica de Libesa también ha sido marginada. A pesar de la repercusión internacional de su símbolo de lucha y coraje, la televisión etíope no ha vuelto a retransmitir las imágenes de la llegada a la meta del corredor. Para no darle demasiada importancia a la indignación de todo un pueblo.

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