Esta es la razón por la que no puedes dejar de mentir

mentira

Comienza con algo muy pequeño. Algo muy pequeño que se hace un poco más grande. Algo un poco más grande que, al final, acaba convertido en una inmensa bola de la que es muy difícil librarse. Así funciona el mecanismo de la mentira.  Pero, ¿por qué lo hacemos si sabemos que llegará un momento en el que no podremos escapar de nuestro propio embuste?

Un nuevo estudio publicado en la revista Nature Neuroscience arroja un poco más de luz sobre el asunto y sugiere que, simplemente, a fuerza de reincidir en la mentira, nuestro cerebro se adapta a la falta de honradez

Si comienzas a contar una mentira pequeña, luego pasas a mentiras más grandes y llega un momento en el que tu cerebro desconecta, que ya no sufre por las trolas que estás intentando colar como verdad. El estudio, liderado por la doctora Tali Sharot, profesora asociada de neurociencia cognitiva del University College de Londres, cree que las señales emocionales que se asocian inicialmente con la mentira disminuyen a medida que el cerebro se vuelve insensible a la acción de mentir.

 

 

 

 

Al contrario que otros estudios en los que los investigadores pedían a los sujetos que mintieran y luego medían sus cerebros mediante escáneres cerebrales, en esta investigación los participantes tenían la oportunidad de mentir por propia voluntad, y además se les incentivaba a hacerlo.

Los investigadores concentraron su observación en la amígdala, el área del cerebro asociada a la respuesta emocional, y supervisaron toda la operación mediante un dispositivo de resonancia magnética funcional.

El experimento fue el siguiente:

80 voluntarios jugaron a un juego consistente en estimar el valor de las monedas de un centavo que contenía un tarro y contarle luego las estimaciones a un compañero. A veces, se explicaba a los participantes que podían beneficiarse a expensas de su pareja de juego si sobreestimaban el dinero que había en el frasco.

En un primer momento, los participantes tendieron a alterar el valor de la jarra alrededor de una libra. Al final de la sesión, esta cantidad aumentó hasta las 8 libras.

25 de los voluntarios mentían al tiempo que su actividad cerebral era controlada mediante un escáner de resonancia magnética. Esto demostró que la amígdala, una parte del cerebro relacionada con la emoción, se mostraba más activa cuando se contaba la primera mentira. A medida que las medidas se intensificaban, la respuesta de la amígdala disminuía gradualmente.

Los investigadores indican que este efecto de adaptación es similar al que se observa en las experiencias sensoriales básicas. Un aroma se vuelve menos potente cuando se huele repetidamente, por ejemplo.

 

 

 

Conocer las respuestas cerebrales asociadas a la mentira implica también la posibilidad de, en un futuro, poder controlar de forma más sencilla quién y cuándo está mintiendo. Pero aún queda mucho que avanzar en las investigaciones para que se puedan aplicar sus descubrimientos y conseguir pruebas de detección de mentiras más eficaces. De hecho, la variación en el tiempo de respuesta del cerebro a la mentira, haría más difícil llegar a una prueba universal.

 

La amígdala, una parte del cerebro relacionada con la emoción, se mostraba más activa cuando se contaba la primera mentira. A medida que las medidas se intensificaban, la respuesta de la amígdala disminuía gradualmente

 

El estudio también incidió en la importancia de considerar el componente emocional de la mentiraSegún los científicos, el propio acto de mentir aumenta la propensión a seguir haciéndolo. La mentira se retroalimenta. Además, los participantes que no fueron castigados por mentir llegaron a la conclusión que no era algo tan malo.

Por último, los científicos creen que la actividad registrada en la amígdala podría ser una representación del conflicto entre sentirse sincero y la tentación de mentir en beneficio propio. De esa manera, la gente mentía más fácilmente cuando la mentira beneficiaba a la pareja.

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