La Rama: la curiosa y divertida tradición veracruzana de Navidad

 

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Cuando llegué a vivir a la Ciudad de México con una maleta llena de sueños y esperanzas, traje conmigo toda mi veracruzanidad posible, pues sabía que eso, de alguna manera, me iba a salvar de las despiadadas calles atestadas de Ciudad Capital. Sin embargo, llegué sin mi Rama, pues creía que era una tradición mexicana que se extendía por todo el país, pero estaba equivocado.

Cuando en diciembre de aquel lejano 2012 y salí a la calle y me di cuenta que no había gente cantando y agitando una rama adornada, me sentí desconcertado y pregunté a mis recientes amigos si la gente no salía a pedir de casa en casa que se armara la cópera para antes de Navidad, ellos no sabían de qué hablaba. “¿Cómo, acá no se pide La Rama?”, “¿qué es ‘pedir la rama’?”, me contestaron mientras se reían de mí.

Desde entonces, algo de mí se perdió con esa pregunta y no es, sino hasta ahora, que he decidido explicar qué es La Rama y qué significa pedir tal.

 

 

¿Qué es La Rama?

Así como en Michoacán existen las fiestas decembrinas de Uarokua y Takari, Tepoztlán tiene las famosas pastorelas y Oaxaca celebra la Noche de los Rábanos, en Veracruz (y algunas partes de Yucatán, Tabasco y Campeche) tenemos La Rama.

De acuerdo con los investigadores Romeo Cruz Velázquez y Ariel García Martínez:

“El 16 de diciembre, con el inicio de las posadas, comienzan también los cantos nocturnos de la rama, cuyos antecedentes más lejanos se encuentran en la época colonial, cuando los misioneros españoles empezaron a difundir la religión cristiana, utilizando en las festividades religiosas, hachones, velas de cera, faroles con armadura de metal o de madera, que en la Nueva España se sustituyeron con varas de la flor del maguey”.

Con el paso del tiempo las ramas dejaron de ser de flor de maguey y se sustituyeron prácticamente por cualquier tipo de vara de madera. Lo interesante que las ramas están ataviadas con elementos indígenas, españoles y afrocubanos. Y, como toda historia de sincretización cultural, curiosamente los indígenas realizaban una festividad en las mismas fechas decembrinas en donde llevaban una rama llamada cersúchil, esta rama representaba la renovación de la naturaleza.

 

 

En algún momento de la historia, las caminatas con estas ramas se empezaron a acompañar con panderetas, sonajas y guitarras, como parte de la influenza española y con cantos llamados aguinaldos afrocubanos.

Con el paso de los siglos, La Rama fue evolucionando y llegó desde el Sotavento hasta el Puerto de Veracruz y el resto del estado.

Dependiendo de la región La Rama se adorna con distintas cosas, por ejemplo, esferas, naranjas, limas, cadenas de papel, sartas de tejocotes, estrellas de papel, etc. La idea era que cada grupo (niños en su mayoría) de personas fuera de casa en casa y se intercambiaran ramas o adornos para la misma al tiempo que se amenizaba con un canto típico, cuya entonación varía de acuerdo a la zona a donde se esté llevando a cabo esta tradición.

Los versos tradicionales de La Rama rezan, según Cruz Velázquez y García Martínez:

Buenas noches decimos señores,
la rama les viene a cantar;
les viene a cantar sus honores,
¡A ver qué les puede usted dar!

Naranjas y limas
limas y limones
más linda es la Virgen
que todas las flores.

En un portalito
de cal y de arena
nació Jesucristo
por la Nochebuena.

Denme mi aguinaldo
si me lo han de dar
la noche es muy corta
y tenemos que andar.

Al terminar los versos, la gente espera a que el dueño de la casa abra la puerta y les dé el aguinaldo. Al recibirlo, se cantan los versos de despedida:

Ya se va la rama
muy agradecida
porque en esta casa
fue bien recibida.

Si no se les da aguinaldo, se despiden con estos versos:

Ya se va la rama
con patas de alambre
porque en esta casa
se mueren de hambre.

Actualmente, ya no se acostumbra a dar cosas para La Rama o intercambiarla, pero sí dar dinero.

Esta tradición es tan importante que se realizan concursos escolares y/o institucionales a nivel estatal donde se pueden apreciar verdaderas majestuosidades repletas de arreglos y grupos musicales que imprimen su particular estilo a esta tradición.

Con la invasión jarocha a la Ciudad de México me parece que es momento de que La Rama empiece a popularizarse en algunos barrios de la ciudad para que no sea el único que ande por ahí cantando y zapateando como un loco.

 

 

 

 

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