Perdió la memoria por un balonazo y la recuperó 46 días después gracias a una canción

Hace 10 años César Torres olvidó que era futbolista, quiénes eran sus padres y que los huesos del asado no se comen...

 

 

César Torres

De un segundo a otro César Torres perdió el sentido de su vida. El mundo en el que vivía se borró por completo, olvidó quiénes eran sus seres queridos, que amaba el fútbol y que el hueso del asado no se muerde.

Torres jugaba en el Fitz Simón de la liga regional de Córdoba, donde recibió un pelotazo terrible. El despeje del balón de un defensa rival le golpeó en la nuca y le provocó amnesia temporal. De un momento a otro no reconocía a nada ni nadie. Tal y como recuerda La Nación, esta semana se cumplen 10 años del accidente.

 

 

Ya en el hospital se encontró con unos señores a quienes tuvo que creer cuando le dijeron que eran sus padres, porque Torres no les reconocía. También confió en un médico que le explicó que tenía amnesia temporal y que la memoria le volvería cuando se desinflamara la corteza cerebral.

Fue un desmemoriado durante 46 días.

Los primeros fueron muy difíciles, intentó volver al trabajo una semana después del balonazo y al cabo de unas horas le mandaron de vuelta a casa. Su madre le contó que llevaba tres años trabajando en una fábrica haciendo sándwiches de miga y creyó que sería fácil volver a aprender la técnica.

 

 

Además, el reencuentro con sus compañeros de trabajo alomejor le ayudaba a recordar cosas pero no le salió nada y su jefe le dijo que se quedara tranquilo, que le iban a guardar el puesto pero que volviera cuando estuviese totalmente recuperado.

Hielo en la cabeza todo el día, visitas a la neuróloga y charlas interminables con personas que le decían que eran sus amigos y familiares. Así fue el primer mes de Torres sin memoria, cuando tuvo que reorganizar poco a poco su historia. En ese tiempo aprendió que los huesos no se comen, cuando en un asado familiar casi se rompe un diente mordiendo uno.

 

 

También le enseñaron que sorber agua caliente de una bombilla enterrada en yerba se llamaba tomar mate, y recorrió cada rincón de Embalse, su pueblo, donde le contaron que vivía desde siempre.

Tras un mes sin ningún avance, sus amigos se lo llevaron una tarde al estadio donde había recibido el pelotazo. Para Torres era todo desconocido y cuando le tiraron una pelota la agarró con la mano, como si fuera portero. Ni se acordaba de que era el volante más técnico del equipo.

Pero en una tarde todo cambió. Antes de echarse la siesta puso la radio con el volumen bajito, así se iba relajando hasta que se durmió.

A los pocos minutos se despertó y empezó a cantar una canción de La Mona Jiménez que estaban poniendo en la radio, uno de los cantantes más influyentes de toda Argentina. Primero una estrofa, después el estribillo y después los gritos de alegría.

 

 

En ese momento recordó que esa era la casa de sus padres, que el fútbol lo que más amaba y que Embalse era el lugar de donde venía.

Cuando la canción terminó de sonar, César siguió sentado en la cama, emocionado. Su corteza cerebral se había terminado de deshinchar y recordaba todo. Unos minutos después llamó por teléfono a su madre, se abrazó con sus hermanos y lloró junto a su padre.

 

 

Diez años después, César Torres sigue jugando al fútbol y no le queda ninguna secuela del golpe. Ahora lo hace para el Náutico Rumipal, el eterno rival de su querido Fitz Simon.

Le costó perder el miedo a llevarse otro golpe, pero en febrero de 2008 volvió a vestirse de corto. Por casualidades del destino, en ese mismo año La Mona Jiménez presentó un nuevo disco al que llamó Vuelvo a vivir... Sigue escuchándolo cada dos por tres.

 

 

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