Si existe una música capaz de cambiar tu idea sobre la compasión, es esta

Forest Swords, o el arte de intervenir en el otro sin abrir la boca

Forest Swords - Compassion

Hay una luz remota, sin embargo,

y sé que no estoy solo.

 

6:30 de la mañana. Pongo el café en el fuego mientras trato de sintonizar los afectos con la jornada que empieza. Desde el móvil repaso las noticias del día: la Gran Barrera de Coral se muere, los beneficios empresariales crecen más que los salarios, una niña de 11 años se ve obligada a casarse con su violador en Florida, 80 muertos por bomba en Kabul. Todo demasiado bonito.

Cambio el foco en busca de un amanecer más liviano. Acudo a repasar el muro de PlayGround y me fijo en un comentario. En una historia sobre un exfutbolista con ELA, alguien dice: “Carlos: Mucha fuerza, estamos contigo!!”. Pocos centímetros más abajo, al pie de un titular que habla de dos asesinados a manos de un supremacista blanco: “Mis Respetos a estos Dos Magníficos Héroes”. Voces que no llegan a nadie, y que no llevan a nada, pienso.

 

 

 

El año pasado fue un poco así cada día para Matthew Barnes, alma del proyecto Forest Swords. Demasiados titulares entre el gris y el negro. Demasiado ruido inútil en las redes. Demasiadas personas cercanas a él vibrando en la misma longitud de onda de un presente quizás demasiado revuelto.

El inglés miraba a su alrededor y veía sobre todo vacíos, distancias suplentes, desesperanzas, desórdenes. En mitad de esa atonía, leía comentarios como los de arriba y pensaba: No señor, eso no es la empatía.

 

Porque no lo es. Porque expresiones como esas de arriba soltadas en mitad del ágora digital no son más que “la musiquita de ascensor” de nuestros días, como dice Pierre Zaoui. “No es porque esté encendida que la gente la escucha, ni es porque uno se comunique por Facebook que se interesa más por los demás”, escribe el filósofo francés en La discreción o el arte de desaparecer.

En la era de la exhibición obligatoria y los 'micromomentos', Zaoui propone una apertura a otra manera de estar en el mundo, hecha de reserva, poesía y secreto. Interrumpir la celeridad del tiempo mediante la captura de instantes de contemplación intensa e desinteresada. Todo eso es Forest Swords.

 

 

Borrarse para resistir, escribe Zaoui. Eso es lo que hizo Matt Barnes durante una larga temporada. Después de cosechar elogios con Engravings (Tri Angle, 2013), el inglés quiso alejarse de la vorágine en la que se estaba metiendo. Llegó a pensar en abandonar la música. Al final venció el picor creativo y Forest Swords ha vuelto con un sonido menos oscuro y una misión: “Me he esforzado por ver algún tipo de luz al final del túnel”, comenta en la nota que anuncia su álbum. “Al final me di cuenta de que hay cierto poder en intentar crear tu propia luz en vez de esperar a que aparezca ”.

Crear luz en mitad del tunel. Por eso decidió llamar a su disco Compassion. Dice que quiso lanzar la palabra al aire como quien lanza un neologismo en las redes sociales con el deseo de que la idea cuaje y crezca.

Por eso decidió también usar para la portada una imagen que parece querer forzar una respuesta empática en quien mira.

 

 

Un hombre tendido de espaldas, sujetando una enorme roca en una postura que invita a pensar que cada fibra de su cuerpo ha de estar concentrada en no romperse ante semejante esfuerzo. La piedra podría aplastarle el cráneo fácilmente. Su cara, sin embargo, muestra un gesto relajado, sereno. Parece que incluso sonríe.

Me pregunto qué harían las personas de los comentarios de arriba si se encontraran de cara con esa escena. Me pregunto qué haría yo mismo. ¿Mirar desde una distancia prudente? ¿Acercarme a ver si necesita ayuda? ¿Convencerle para bajar la piedra de forma segura? ¿Tomar una foto y comentar la escena en Facebook mientras sigo mi camino como si nada?

 

 

 

 

Deleuze dijo una vez que “toda sensación es una pregunta, aun cuando sólo el silencio responda”. La música de Forest Swords es sensaciones, y es preguntas. Es lo que no puede decirse con la voz por ser demasiado verdad.

Con sus paisajes instrumentales entre el ambient, el folk ancestral y la electrónica quebrada de raíz post-dubstep, Forest Swords invita al ensimismamiento frente a la alteración física. Es una experiencia estética que opera a un nivel afectivo y sensorial. Pero esta vez también funciona como plataforma para introducir una reflexión crítica sobre la manera en que nos comunicamos, sobre los códigos lingüísticos de siempre, los nuevos canales y las nuevas fórmulas, su potencial y sus carencias.

 

 

Las redes sociales nos ofrecen la posibilidad de transmitir intenciones sin asistir a sus efectos. Nos permiten acceder a un mundo sin tener que mezclarnos con él . Hemos pasado de estar en una comunidad a tener la sensación de estar en una comunidad. Barnes quiere animarnos a explorar maneras de  romper con eso . Porque solo a través de una comunicación directa, opina, somos capaces de desarrollar una empatía real hacia el otro.

Por eso, para la promoción del álbum puso en marcha un pequeño experimento: publicó su teléfono personal en Twitter prometiendo tracks inéditos a todo el que le escribiera a través de WhatsApp. Cuenta que esperaba recibir quizás 50 peticiones. Acabó recibiendo cerca de 1000. Contestó a todas, y muchas dieron lugar a conversaciones e intercambios que aún duran.

 

 

“Había una diferencia real entre alguien mandándome un tuit y alguien mandándome un WhatsApp”, explica Matt en una reciente entrevista. “Lo sentía de una manera mucho más íntima. Era como si estuviera hablando con alguien en la mesa de merchandising después de un concierto, en vez de alguien gritándome algo por encima de la pared de mi jardín... Recibí algunos mensajes realmente personales. Sentí que había algo punk en esa conexión directa”.

Acallar el lenguaje. Hacer hablar al silencio. Estimular nuestras “conversaciones con una silla”, que decía Thoreau, el conversar con uno mismo, para poder conectar luego de manera más íntima con los demás. Eso es a lo que aspira Forest Swords: hacer brotar la empatía, donde hoy solo queda el remedo, la sensación de empatía encarnada en un comentario dejado en cualquier muro. Comentarios sin voz que no llegan a nadie, y que no llevan a nada.

 

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