Una mujer con el brazo amputado logra sentir otra vez los dedos. No te imaginas cómo
Una tarde del año pasado, Melissa Loomis salió a pasear con sus perros. Estaba siendo una tarde como otra cualquiera, hasta que sus perros y un mapache comenzaron a pelearse a las puertas de su casa en Canton, Ohio. Loomis intervino, el mapache le mordió y fue más que una pequeña herida: una severa infección provocó que le tuvieran que amputar el brazo derecho por encima del codo.
Desde entonces, esta mujer estadounidense se ha implicado en varias investigaciones con un solo propósito: encontrar algo, algún tipo de tecnología protésica, que reemplace las capacidades del brazo que no tiene. Y está cada día más cerca de lograrlo.
Loomis ha tenido la oportunidad de probar "en carne propia" una nueva prótesis robótica que puede hacerle sentir otra vez el tacto, a través de unos dedos de metal.
Esto no hubiera sido posible hace una década, cuando los que perdían extremidades debido a un cáncer, una infección, un disparo por arma de fuego o cualquier otro accidente acababan con un rígido e inmóvil muñón de por vida. En estos años, pacientes atrevidos e innovadores neurólogos, ingenieros, preparadores y cirujanos han posibilitado que se avance enormemente. De prótesis torpes y ásperas se progresa hacia nuevas prótesis integradas y personalizadas que no solamente obedecen las señales que les envía el cerebro, también pueden trasmitir sensaciones de nuevo a él.
Existen dos formas de cirugía que mezcla la robótica con lo humano. La primera se llama reinervación muscular dirigida (RMD), que proporciona la habilidad de controlar prótesis robóticas con la mente. La segunda, es la reinervación sensorial dirigida (RSD), en fase experimental, que supone volver a experimentar sensaciones como el tacto, el frío o el calor.
La reinervación sensorial dirigida (RSD) supone crear un mapa de la mano en la parte superior del brazo, de manera que desde esa zona del brazo se puedan mandar las señales que dirigen la prótesis artificial
En el brazo hay tres nervios principales (mediano, cubital y radial) que llevan impulsos desde el cerebro a la extremidad. Cuando se amputa esa extremidad, los nervios no saben dónde ir. El médico de Melissa Loomis, Ajay Seth, le explicó que era lo mismo que andar por un callejón sin salida.
La cirugía RMD consiste en coger los tres nervios y reubicarlos en músculos de la parte superior del brazo —bíceps o tríceps— para engañar al cerebro, que piense que ese músculo es el antebrazo y así que sea capaz de controlar la muñeca, la mano y los dedos de la prótesis. Pero, aunque se consigue una extremidad, ésta no siente.
La RSD va más allá porque no solo recolocar los nervios, los abre. La razón es que en el interior de cada nervio hay un manojo de fibras nerviosas. Dentro de ellos, en alguna parte, está una pequeña fibra que envía impulsos a la inversa, de la punta de los dedos al cerebro. Si se encuentra, se puede unir a diminutos nervios cutáneos que permiten recuperar las sensaciones. Si además se envuelve esa fibra, como fue el caso de Loomis, con un protector mutilaminar fabricado a partir de tejidos corporales se consigue que la conexión sea más natural. En resumen: la RSD supone crear literalmente un mapa de la mano en la parte superior del brazo.
La cirugía RSD supone crear literalmente un mapa de la mano en la parte superior del brazo
La operación de Melissa Loomis duró 16 horas, 6 se utilizaron solo para encontrar esas fibras en cada uno de los tres nervios principales. La imagen muestra cables con sensores que ahora son su mano. El rojo es el pulgar, el verde el índice, negro el corazón, azul el anular y el morado el meñique.
La buena noticia: Loomis es la primera paciente en sentir sus cinco dedos a través de una prótesis robótica. La mala noticia: solo existe una prótesis como esa en el mundo, pesa demasiado y no está unida a su cuerpo.
La prótesis se encuentra en el laboratorio que la ha diseñado, la Agencia militar estadounidense DARPA (por sus siglas en inglés). Loomis acudió a las instalaciones y puedo con ella no solo mover el brazo con su cerebro, también sentir el roce cuando alguien le tocaba la mano.
Melissa Loomis, junto a otros voluntarios, participa en este tipo de proyectos encaminados a que la ciencia desarrolle en el futuro una prótesis comercializable que además de poder moverse, también devuelva las sensaciones. El tacto (algo que ya permite esa gigantesca), el frío o el calor.
[Vía Quartz, Motherboard]